viernes, 12 septiembre 2025

Belleza exprés, autoestima en ruinas

En Puebla, no hace falta ir muy lejos para encontrar una “clínica estética” que ofrece milagros a bajo costo. Basta con abrir Instagram o caminar por la 43 Poniente. Prometen labios carnosos, cintura de avispa y glúteos de celebridad… todo sin dolor, sin esfuerzo, y sin regulación.

En los últimos tres años, la Secretaría de Salud ha clausurado más de 40 establecimientos por no contar con licencia sanitaria ni personal certificado. Pero la oferta crece como plaga. Cirugías en consultorios clandestinos, jeringas sin esterilizar, productos de dudosa procedencia… y mujeres que siguen llegando.

El problema no es solo de salud pública, sino de salud emocional. ¿Qué lleva a una joven de 19 años, sin estudios médicos, a inyectarse los labios en su recámara para otras? ¿Qué impulsa a tantas a pagar con el riesgo su deseo de parecerse a un filtro?

La respuesta tiene raíz profunda. Las redes sociales nos vendieron la belleza instantánea, el cuerpo perfecto en dos clics. Y en la vida real, esa expectativa se ha vuelto exigencia. No hay tiempo para procesos, ni espacio para aceptarse. La autoestima se mide en likes, y los cuerpos se modifican como avatares.

Puebla está llena de historias truncadas por negligencias médicas: chicas que no pueden sentarse tras un mal injerto, otras que quedaron con el rostro paralizado, mujeres que murieron tras un procedimiento ambulatorio con “promoción”. Pero el verdadero drama es que nadie se pregunta por qué siguen llenos esos sillones quirúrgicos.

No es vanidad: es vacío. Es una generación educada para editar su imagen antes que sanar sus heridas. Y es también una sociedad que no promueve la autovaloración sino el molde. Por eso, la estética sin ética seguirá siendo un negocio rentable… mientras el amor propio siga siendo tan escaso.

¿Y las autoridades? Publican clausuras como si eso fuera suficiente. Pero la raíz no se ataca con boletines. Se ataca con regulación seria, campañas de salud mental, educación sexual y corporal desde la adolescencia. Y se ataca también con medios que no vendan estereotipos, sino humanidad.

Aceptar el cuerpo como es no es una consigna anticuada. Es un acto de resistencia.