El caso de un menor del municipio de Zacatlán que se quitó la vida por presuntamente sufrir reiteradamente bullyng no debe pasar desapercibido.
Si bien las autoridades judiciales y escolares garantizaron dar seguimiento al hecho y castigar a los responsables, debe ser un precedente para la aplicación de protocolos, planes y programas para prevenir todo tipo de violencia en las escuelas de nivel básico y medio superior
Aunque en la entidad, la Secretaría de Educación Pública dispone de un protocolo para prevenir, detectar y atender los posibles casos de bullyng en escuelas públicas y privadas, y la Comisión Estatal de derechos humanos cuenta también con un programa para la protección de los derechos de niños, niñas y adolescentes frente al bullyng, entonces la pregunta es ¿porque continúan el acoso escolar? Sin duda porque no se están aplicando.
En algunas escuelas públicas, los propios maestros son quienes con sus recursos realizan platicas y actividades para prevenir el acoso escolar. Pero en la mayoría de las instituciones, la autoridad educativa se ha olvidado, incluso, no disponen de recursos públicos para garantizar la aplicación de los protocolos contra el bullyng.
Además, en la mayoría, la SEP entregó un programa de prevención del bullyng, pero de su aplicación, seguimiento y evaluación nada. Los maestros son quienes deben de aterrizarlo, a pesar de carecer de una preparación profesional; lo han hecho más como les dicta la experiencia. En las escuelas hace falta profesionales de la salud mental, que atiendan a los menores y a los padres.
En un momento en el que niños y jóvenes se encuentran inmersos en las redes sociales desde el teléfono inteligente o tableta es necesario y urgente voltear a las actividades colectivas, como el deporte y la cultura, y para ello el destino de recursos públicos para invertirse en infraestructura deportiva y cultural.
El compromiso también de los maestros, que no deben restringirse a un horario de trabajo, de 8:00 a 1:00 y después se olvidan de todo, su papel debe ser de educadores y guías de los niños y jóvenes, y claro, también a ellos se les debe pagar sus horas de trabajo. Y es que hacen falta maestros de educación física, de baile, danza y otras actividades colectivas que ayudarían a mejorar la convivencia social.
Los padres por su parte, deben tener un mayor diálogo y estar al pendiente sobre las inquietudes de sus hijos, ganarse la confianza e identificar sus problemas.
No se trata solo de diseñar protocolos o programas contra el acoso escolar si estos no se aplican en las escuelas e incluye la participación de los docentes, padres de familia, instituciones de seguridad y la comunidad.
Y los padres y docentes, deben sumarse para exigir a la SEP destine mayores recursos para la construcción de infraestructura deportiva y otras actividades colectivas que permita garantizar la salud mental y convivencia social entre los menores.
Sin duda, en mucho les ayudara.